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Las Espadas Legendarias
por Alhema


(((Introducción: Ésta es la primera historia que escribo entera (he empezado muchas pero casi todas se han quedado a la mitad o porque no valían para nada o porque no acababan de convencerme).
No voy a adelantar nada de sobre que va, pero quisiera hacer una aclaración con respecto a los protagonistas: el protagonista indiscutible aquí es Dark Link. Sé que su comportamiento en esta historia no es el que le corresponde y creerme que he intentado meter al Héroe
del Tiempo en su lugar, pero con él no me encajaba la historia.
Bueno, que no os voy a liar antes de que empezéis a leer este intento de "historia". No sé si os gustará o no, pero yo he hecho todo lo que he podido. Si queréis enviarme alguna observación, opinión o cualquier clase de feedback, mi mail es: uriah_warrior@yahoo.es.
O si no, me encontraréis por ahí en el Foro. Espero que no os desagrade... ^_^)))


Capítulo 1: Desierto
 

La parte más alta de la torre de Ganondorf se mostraba más oscura
y tétrica que nunca. Las notas fúnebres de un órgano llenaban el
ambiente. Un ambiente que olía a muerte, codicia y odio. A medida
que iba subiendo por las escaleras que conducían a al último piso
de la torre, iba dejando detrás de sí un camino de sangre, de su
propia sangre. El miedo iba invadiendo su corazón y eso le hacía
sentir raro, puesto que era la primera vez que lo padecía. Miró
a las vidrieras rojas, verdes y azules, que se encontraban a su
derecha, parándose para ver como la escasa luz que había jugaba
sobre ellas tiñendo el aire de los colores del arco-iris. Siguió
subiendo. Y a cada nuevo paso que daba, notaba como un sudor frío
comenzaba a resbalar por su frente. Miró hacia atrás; quizás sería
mejor dar vuelta y desaparecer. Pero no; tenía que aceptar las consecuencias
de su derrota. Llegó al último escalón dudando todavía si debía o
no enfrentarse a su destino, a su suerte. El corazón le latía en
la garganta haciendo que su respiración resultara rápida e irregular.
¿Qué le estaba pasando?¿Por qué se sentía así? Supuestamente sólo
había sido creado para un fin: matar; y en su corazón solo existía
lugar para un sentimiento: el odio. Lo demás, como el amor, la tristeza
o el miedo, eran debilidades de puros mortales. Miró la puerta de
piedra que estaba frente a él y trató de no pensar en nada para
tratar de calmarse. Caminó hasta ella despacio, sin prisa... intentando
recordar algo que hubiera hecho durante su vida que mereciera la
pena. Y, frustrado, se dio cuenta de que lo mejor que había hecho
durante su existencia había sido matar en nombre del Mal. La puerta
se abrió con un leve sonido permitiendo que el estruendoso sonido
del órgano invadiera por completo sus oídos con más intensidad.
Ante él, una enorme sala adornada también por vidrieras que cubrían
por completo las paredes. A sus pies, una larga alfombra de terciopelo
rojo que se extendía hasta el gran órgano que se mostraba majestuoso
en el medio de aquella sala. Respiró lenta y profundamente mientras
clavaba su espada en el suelo y apoyaba una rodilla en el suelo.
Agachó la cabeza. La música dejó de sonar produciéndole un escalofrío
que recorrió su herido cuerpo de arriba a abajo. Ganondorf ni se
molestó en darse la vuelta para verlo a la cara.

- Me has fallado- La voz del Rey de la Maldad rompió el aire solemnemente
- Lo sé, Maestro.

El poderoso enemigo de Hyrule se levantó y se volvió hacia su esclavo,
el que él había considerado como la creación más magistral de todas
cuantas criaturas malignas había hecho. Lo observó decepcionado
y divertido a la vez. El joven levantó la cabeza y sus ojos encontraron una mirada altiva y serena.

- Conoces el castigo, ¿verdad?

Dark Link se sentía completamente indefenso y humillado ante la
actitud despectiva de su creador

- Sí

Ganondorf sonrió maliciosamente y chasqueó los dedos. Al instante,
el joven se vio transportado por arte de magia a una sala llena
de espejos. Mirara donde mirara, encontraba miles de réplicas suyas.
Todas con los mismos ojos del color de la sangre, con la misma tez
bronceada, con los mismos cabellos negros como el azabache, con
la misma túnica negra desgarrada, con las mismas heridas y cortes
que no paraban de expulsar sangre... Sus músculos debilitados casi
no le permitían mantenerse en pie y prácticamente no era consciente
de los límites de su cuerpo. De repente, los espejos comenzaron
a emitir una brillante luz que le obligó a cerrar los ojos. Una
voz, idéntica a la suya rompió el silencio

- ¿Dónde está ahora tu altivez, hijo de las sombras?

Dark Link abrió los ojos y se encontró con que los reflejos de los
espejos ya no pertenecían a él sino al propio Héroe del Tiempo.

- Tú... ¿Qué haces tú aquí?
- He venido a acompañarte en tus últimos momentos de vida
- Cerdo bastardo... Te voy a...- dijo enojado
- ¿A qué, valiente?- le respondió Link con sarcasmo- ¿Me vas a pegar?¿O
me vas a robar de nuevo la sombra, patética criatura?
- Me has derrotado, eso ya es suficiente humillación para mí. Déjame en paz
- No. Pagarás el haberme desafiado. Ni siquiera tenías la técnica
suficiente para plantarme cara. No sirves para nada. Otro en tu
lugar ni hubiera pensado en enfrentarse a mí, porque saben que soy
invencible. Pero siempre tiene que haber una oveja negra que se
cree que puede hacerlo todo, ¿verdad? Mírate. Mírate bien. Estás
en un estado lamentable, das pena, ¿sabes? Pena y asco. No entiendo
todavía como acepté luchar contra un perro sarnoso como tú

Dark Link lo miró con la ira más profunda que cabía dentro de él

- ¡Cállate!- le gritó

Link se rió. Sus carcajadas se convirtieron en estruendosas risas
que estaban consiguiendo bloquear el cerebro de su gemelo maligno.
Dark Link corrió hacia uno de los espejos y lo rompió de un puñetazo

- ¡¡¡Cállate ya, maldito bastardo!!!- gritó con todas sus fuerzas
mientras sentía como los cristales cortaban la piel de su mano y
se hundían en la carne haciendo que la sangre brotara de sus venas 
- Dime, mala imitación: ¿quién es la pesadilla de quién, ahora?-
le preguntó secamente mientras se materializaba delante de él, riéndose

Dark Link se encogió sobre sí mismo, sintiendo como todo su cuerpo temblaba. La cabeza le dolía
exageradamente y de un momento a otro notaba que le iba a explotar. Se dio por vencido: no iba a
conseguir aguantar la humillación que su lado luminoso le estaba
haciendo pasar. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos por
primera vez en su existencia... De repente, los espejos comenzaron
a brillar nuevamente y desaparecieron llevándose con ellos los reflejos
del Héroe del Tiempo y sus ácidas risas, para dejarlo en la más
absoluta de las oscuridades. Se levantó y miró a su alrededor: nada... no había nada.  

- ¡Qué vergüenza!- dijo una irónica voz a sus espaldas- El ser más
poderoso que he creado y resulta que se pone a llorar. Me decepcionas, muchacho.

Dark Link no se dio la vuelta. Simplemente, se secó las lágrimas
de su rostro y trato de mantener la cabeza alta. Dentro de él, se
estaban mezclando la confusión y la ira. Confusión porque no entendía
por qué su creador, al que él adoraba como un dios, lo estaba torturando
de esa manera. Y odio porque estaba harto de que lo manejara como una simple marioneta.

- ¿Por qué me haces esto?
- Para ver si todavía quedaba en ti algo de orgullo, pero ya veo
que no. En vez de revelarte e intentar matar al Héroe del Tiempo,
te pones a llorar. Que acto más patético. 
- Maestro, yo...
- Maldita la hora en que al crearte te dejé un corazón humano y
no uno de hielo como el de las demás criaturas. Te has vuelto un
blandengue. Y así no me sirves para nada. ¡Para nada!

El joven se dio la vuelta asustado y vio como Ganondorf lanzaba
una bola de energía la suelo mientras se elevaba en el aire. Al
chocar con el suelo, la esfera comenzó a expandirse hasta cubrir
por completo el suelo con un color violeta.

- Te enseñé las mejores técnicas de espada, los mejores hechizos
que conocía, te enseñé todo lo que necesitabas saber y sentir para
acabar con tu eterno enemigo... ¿y así me lo pagas? ¿Volviéndote un estúpido sentimental?

Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso. Los ojos de Dark Link comenzaron a brillar
intensamente

- ¡Estoy harto de que me utilices! ¡Cuando las cosas salían bien
me tratabas como a un hijo!¡Y ahora que he sido derrotado me haces
sentir la peor mierda de este maldito mundo, después de todo lo que he hecho por ti!
- ¡Luchar en mi nombre era tu deber!
- Luchar, matar asesinar... Entregar mi vida por el Rey de la Maldad,
¿cierto?. ¿Pero que hay de mí? Empiezo a estar harto de ser tu esclavo
- Por lo que veo, comienzas a recuperar tus características humanas. 
- Tal vez... Y creo que la primera de ellas es odiarte a ti
- No quiero que me sigas molestando. Me cansan tus palabras de crío inmaduro
- ¿Vas a matarme?
- ¡Ja! No me pienso rebajar a eso. Ya morirás tú solo en el lugar
donde vas a pasar el resto de tu sucia existencia
- ¡Eres un cobarde!
- No. Te equivocas. Soy inteligente que es una cosa muy diferente.
¿Para qué malgastar fuerzas con una criatura tan penosa como tú,
cuando tengo que acumularlas para acabar con el Héroe del Tiempo?
Ni siquiera mereces que siga hablando contigo, ¡fuera de mi vista, rata apestosa!

Ganondorf lanzó un pequeño rayo al suelo y en seguida, el color
violeta se volvió rojo y comenzó a girar alrededor de Dark Link
formando un remolino. El joven sentía que una extraña fuerza, cada
vez más intensa, se lo tragaba. Las carcajadas de Ganondorf invadieron
el aire. Dark Link trató en vano de intentar salir de aquel remolino
que se lo estaba tragando. Poco a poco, su cuerpo se fue hundiendo cada vez más. 

- ¡¿Qué es esto?!- gritó mientras desaparecía completamente bajo la masa roja
- El comienzo de tu final, pequeño...

                          
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El cuerpo le pesaba demasiado, y el que el suelo en el que se encontraba
tumbado estuviera tan duro no le ayudaba nada. Abrió los ojos cansado.
"¿Dónde estoy?" pensó mientras se levantaba con esfuerzo y miraba
a su alrededor: arena, arena y más arena. Bajo sus pies una roca
plana que se mostraba un tanto atrevida por osarse a romper el color
naranja y amarillo del desierto con su negro, gris y blanco. Sobre
la línea del horizonte, nada. Un cielo exageradamente azul era el
techo de aquel paraje. En la mitad de él, un Sol se mostraba altivo
y cruel lanzando sus rayos de fuego a cualquiera que se atreviera
a mirarlo o pasearse por sus dominios. Dark Link se secó el sudor
que estaba empezando a caer por su frente.

- Hace demasiado calor. Imagino que Ganon me habrá mandado aquí
para que me muera de deshidratación. Ese maldito hijo de... Si tan
sólo encontrara la manera de volver a Hyrule y vengarme por lo que
me ha hecho... Me uniría al Héroe del Tiempo si hiciera falta. Pero
ahora no es el momento de pensar en eso. Tengo que encontrar algún
lugar donde poder esconderme de este sol; no creo que todo en este lugar sea desierto.

Comenzó a caminar sobre la arena notando como sus pies se hundían
en ella, haciendo más difícil la tarea de intentar subir o bajar
dunas sin caerse rodando por ellas. Las horas iban pasando y parecía
que no había muestras de ningún signo de vida por los alrededores.
Por más que caminaba, sobre la línea del horizonte no se veía más
que arena, mucha arena. Las fuerzas empezaban a fallarle y tenía
demasiada sed como para seguir caminando. El sol le golpeaba sin
piedad y cegaba sus ojos con su demoníaco resplandor torturándolo
salvajemente. De repente, un estanque de agua se materializó a unos
kilómetros de él. Quiso hechar a correr hacia él, pero algo en su
interior le dijo que se asegurara de que tan maravillosa visión
era real. Se frotó los ojos y al volver a abrirlos, el estanque
había desaparecido. "Tan sólo era un espejismo" pensó decepcionado.
Siguió caminando. El calor era cada vez más intenso y su cuerpo
no era capaz de aguantar semejante temperatura dentro de las ropas
que llevaba, así que, haciendo un alto en el camino y bajo el implacable
sol, se quitó los guantes y la malla negra, quedándose vestido solo
con la túnica y las botas. Aún así seguía teniendo calor, pero no
tan exageradamente como antes. Siguió su camino, sin rumbo, haciendo
alguna parada que otra para quitarse la arena que entraba en las
botas. Cuando el Sol se comenzaba a poner, comenzó a soplar una
suave brisa que refrescó su cuerpo agradablemente. Se sentó en lo
alto de una duna para observar el anochecer y dar un poco de reposo
a sus doloridas piernas. A medida que el Sol se escondía por la
línea del horizonte, el cielo fue tomando los colores del desierto:
amarillo, naranja, rojo... hasta que la gama de azules interrumpieron
la secuencia para dar paso al negro de la noche. Las primeras estrellas
comenzaron a aparecer y con ellas, una enorme luna del más puro
blanco se alzó a sus espaldas, iluminándole con su luz plateada
el camino. Se tumbó y miró el cielo estrellado. Durante su servicio
a Ganondorf jamás había tenido tiempo para observar la belleza de
cosas tan simples como el firmamento, y ahora que tenía todo el
tiempo del mundo, podría disfrutar un poco de la vida... hasta que
su cuerpo no aguantara la presión de vivir bajo un Sol abrasador.
Pero lucharía para sobrevivir: no estaba dispuesto a darle a Ganondorf
el gusto de verle agonizar sobre la arena. Cerró los ojos acomodándose
un poco en el blando suelo y dejó que el sueño lo cubriera con su
suave manto dejándole a merced de su imaginación.

Los primeros rayos del Sol acariciaron su rostro haciéndole despertar
suavemente. Abrió los ojos y miró a su alrededor para ver si había
algo nuevo, si el desierto había desaparecido, pero no: Todo seguía
igual. Se levantó con cuidado y se sacó la arena que estaba pegada
a su túnica. Se desperezó un poco y comenzó a caminar, de nuevo,
rumbo a ninguna parte. Las horas pasaban despacio y conforme avanzaba
el día iba sufriendo las consecuencias de estar bajo el sol sin
beber. Cada vez le pesaban más las piernas y le costaba más conseguir
mantenerse de pie. La cabeza le dolía mucho, producto de la insolación
que estaba cogiendo, y la piel estaba siendo abrasada por los rayos
del mediodía. Las fuerzas lo abandonaban poco a poco y a pesar de
que se esforzaba por seguir caminando, sabía que tarde o temprano
acabaría ridiéndose para darle la victoria al Astro Rey que lo torturaba
desde lo más alto del firmamento. Y ese momento llegó, cuando al
límite de sus fuerzas, se levantó una tormenta de arena contra la
cual se vio incapaz de luchar. Su cuerpo cayó al suelo con un suave
sonido mientras la arena lo cubría violentamente


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Moontia se despertó esa mañana con más energía que de costumbre.
Miró por la ventana desde la cama: el sol se mostraba más radiante
de lo normal en su imperio celeste, probablemente
contagiado por la excesiva alegría de la chica. Se levantó y caminó
hasta un armario, del que extrajo una bolsa de cuero marrón. La
observó con emoción y la abrió sobre la cama sin poder evitar que
sus manos temblaran de impaciencia mientras sacaba el uniforme de
gala de ella. Como si se tratara de un místico ritual, se fue vistiendo
despacio recordando la de veces que había deseado ponerse ese uniforme:
unos pantalones negros, un top de cuero azul celeste, unas botas
negras de media caña con adornos plateados, unos guantes negros
y una capa con capucha del mismo color que el top. Caminó hasta
la ventana mientras se ponía los guantes y observó el desierto que
se levantaba majestuosamente tras las murallas de la ciudad, completamente
ensimismada. Unos toques en la puerta la trajeron de vuelta la mundo real

- ¡Está abierta!- dijo mientras se separaba de la ventana y caminaba
hasta el espejo que tenía colgado en una de las paredes

Un joven de cabellos rojos y ojos color violeta entró en la habitación.
Medía aproximadamente 1,82 y estaba muy bien construído: brazos
fuertes no muy musculosos, unos pectorales perfectos, los abdominales
sin una sola pizca de grasa y perfectamente bien trabajados, unas
piernas fuertes y una espalda ancha que en cuanto la forzaba un
poco se podían ver todos los músculos que la componían a la perfección...
A decir verdad, no aparentaba tener los 18 años recién cumplidos
que tenía.  Tenía puesto unos pantalones cortos de color gris y
una camiseta de asas amarilla. Estaba descalzo y su pelo corto despeinado
hacía intuir que acababa de levantarse. Miró a Moontia con curiosidad y se apoyó en la puerta.

- ¿Nerviosa?- preguntó con una sonrisa

Ella se volvió y le sacó la lengua, provocando que unas risas se
escaparan de la boca del chico.

- Me parece que sí- afirmó él mientras se dirigía al lado de la joven
- ¡No estoy nerviosa! Lo que pasa es que sólo estoy un poco pasada de energía
- ¿Y eso no es tener nervios, Moon?
- ¡Oh, cállate! Al final conseguirás enfadarme
- Eso es lo que intento- le dijo él guiñándole un ojo

Moontia se volvió a él y le dio un golpe en el estómago. El joven la miró sorprendido

- ¿Y eso es todo lo fuerte que puedes pegar?
- ¡¿Me estás llamando débil?!
- ¡Eh! Que yo no he insinuado nada
- ¡Te vas a enterar!
- Pe, pero...

Moontia se tiró sobre él y los dos cayeron al suelo. Cogió uno de
los cogines que tenía por la habitación y golpeó al chico con él
hasta que las plumas salieron por el aire

- ¿Contento?- le dijo ella bastante molesta- ¿O quieres que te atice un poco más?
- No, no... Ya es suficiente

El joven se levantó del suelo y luego tendió la mano a Moontia para
ayudarla a incorporarse. Ella la rechazó y se levantó de un salto

- Eres una cabezota
- Mira quien fue a hablar: Zellerfeld el espabilado
- ¡Tonta!
- ¡¡Estúpido!!

La cabeza de una mujer de unos treinta y tantos años asomó por la puerta y los miró disgustada

- Por el Amor de Nayru. ¿Es que nunca vais a dejar de comportaros como niños pequeños?
- ¡No!- respondieron ellos al unísono. La mujer suspiró resignada
- Venía a deciros que el desayuno está listo- dijo bostezando ligeramente-
pero si queréis podéis seguir insultándoos

Moontia y Zellerfeld se miraron a los ojos y luego a sus estómagos
a la vez estos emitían sonidos propios de un león hambriento. La
mujer se rio mientras desaparecía de la puerta

- Odio que mamá nombre cualquier tema relacionado con la comida
a estas horas de la mañana- dijo Moontia para si- ¡Me dá mucha hambre!
- A mi también. Pero eso tiene fácil solución
- Bajar a desayunar, ¿no?
- Pues... en parte sí.
- ¿Y cual es la otra parte?- preguntó ella mientras se dirigía hacia la ventana

Miró el desierto nuevamente y cuando volvió la vista hacia Zellerfeld,
éste ya no estaba. La joven miró en todas las direcciones tratando de encontrar a su hermano

- ¡¿Dónde estás, Zeller?!- gritó mientras salía de la habitación,
miraba en ambas direcciones del pasillo y se acercaba a las escaleras

La voz del chico sonó desde el piso inferior

- ¡¡¡La otra parte es tomarme también tu desayuno!!!- le respondió él riéndose
- Juro que un día de estos lo mato- dijo para sí, para después echar
a correr escaleras abajo gritando- ¡¡¡Cómo toques un sólo cacho
de mi desayuno te prometo que te acuerdas de mí para toda tu vida,
Zellerfeld!!!